jueves, 19 de mayo de 2011

¿Cuánto duele una traición?


Mucho, todo, eso duele una traición.

Duele mucho en el momento en que la descubrimos, duele todo cuando la asimilamos.

Y duele porque no porque nos hayan hecho algo, porque sabemos que miles de personas nos pueden lastimar y sabemos quienes quieren hacerlo; duele porque es nuestro orgullo el que se lastima al darnos cuenta de que fuimos nosotros quienes nos equivocamos al haber considerado a quien la comete, un amigo, un hermano, nuestra otra mitad, nuestra familia.

Duele todo, porque cuando meditamos sobre el hecho, nos damos cuenta de que esa confianza que depositamos, siempre la brindamos de manera equivocada, duele porque al recordar cada momento, descubrimos una y otra mentira, una y otra actitud en nuestra contra y que no descubrimos o no quisimos ver a tiempo, duele, porque nosotros nunca hubiéramos actuado igual.


                             ¿Pero cómo podemos hacer que deje de doler?

Atendiendo a la razón, aceptando nuestro error.
Es la postura más difícil para el ser humano, aceptar que nos equivocamos cuando creemos que no es nuestra culpa un mal resultado.

No podemos ni debemos confiarnos de la total lealtad de los demás, hay que ser leales nosotros, pero difícilmente podemos pedir que cumpla un compromiso de lealtad a otra persona, porque recuerda, cada quien tiene necesidades y principios diferentes, cada quien fue educado de manera distinta, cada quien tuvo a sus padres y esos padres les dieron un ejemplo, y sin embargo, puedes tener los mejores padres del mundo, pero el mundo puede hacer que te olvides del ejemplo de tus padres.

Pero al final, ese dolor se convierte en experiencia, tal vez la peor que podamos vivir, pero la mejor que podemos conseguir.

Una experiencia que tal vez no nos permitirá confiar por un tiempo en los demás, pero que algún día, nos permitirá entender que la solución no es desconfiar de las demás personas, sino confiar en que lo que compartamos con los demás, sea exclusivamente lo necesario; más sin embargo, habrá cosas como el amor, en el que no hay puntos medios, confías o no, te entregas o te vas, en ese caso, tú decides si juegas el albur y la carta que eliges; porque siempre nos arriesgaremos a la traición, pero no podemos vivir esperándola, porque nos haremos tanto daño, que acabamos traicionándonos a nosotros mismos.

Por eso, debemos de alejarnos del traidor y hacer las cosas bien, nunca traicionando a nadie, porque la lealtad que ofrecemos para con los demás, es la lealtad que en realidad tenemos con nosotros mismos

PODEMOS VIVIR CON LA TRAICIÓN, MÁS NO CON EL TRAIDOR, PORQUE NOS RECUERDA QUE NOS EQUIVOCAMOS Y QUE NO SOMOS MÁS QUE SIMPLEMENTE HUMANOS.

Anónimo. Fundación Impulso

No hay comentarios:

Publicar un comentario